domingo, 21 de abril de 2013

Cap. I "La guerra se desata" (parte 2)



-          ¿Ahora quién será? –Se dijo el profesor para sus adentros con algo de ira –¿Sí? –vociferó molesto.
-          Disculpe profesor –se escuchó suavemente en el salón –tenía que estar en su clase pero lamentablemente se me hizo tarde ya que me perdí, es que yo no soy de por aquí.
-          ¿Su nombre? –curioseó el profesor.
-          Soy Jearel Tello –contestó la joven cambiando el tono humilde y confundido por uno más firme y confiado -.
El profesor la dejó pasar. Se ubicó al lado izquierdo de Zeq pero este no se había percatado hasta que ella le tocó el hombro.
-          ¿Me podrías decir la hora? –preguntó, haciendo que Zeq regresara de sus pensamientos –es que no tengo ni idea de cuanto tiempo fue que me perdí.
Ella sonrió tratando de ser amable.
-          ¿Ah? –contestó Zeq -¿la hora? Ah, pues son las 9:55 am.
-          Gracias –contestó Jearel esbozando una sonrisa.
El profesor indicó que era el momento de tener un receso ya que les tocaba tener otra clase. Los alumnos acomodaron sus cuadernos y demás objetos sobre sus pupitres para después ir saliendo. Zeq pensó que sería mejor alejarse de las personas del salón pero después comprendió que en unos cuantos segundos Guelto lo buscaría. Felizmente, así fue; en realidad Guelto no fue la única persona que se le acercó, Edred también se disponía a hacerlo pero al ver que otra persona se le acercaba comprendió que no era el momento indicado, “Ya tengo a mi sospechoso”, fue entonces que Guelto tocó la cabeza de Zeq he hizo que este reaccionara de su fingido sueño, se miraron y después de un instante se abrazaron como si una tragedia los hubiera separado aunque en realidad así había sido.
-          Zeq, amigo mío –expresó Guelto abrazándolo más fuerte que antes.
-          Yo también te extrañé Guelto –contestó a duras penas Zeq ya que sentía que lo iban a partir en dos.
-          Lo lamento –susurró Guelto soltando a su amigo para que pudiese tomar aire –creo que me he hecho más fuerte, pero tú no has cambiado nada.
-          Lo sé –advirtió Zeq esperando que su amigo comprendiera que no quería tocar el tema de su contextura física –pero aun así sigo siendo bueno estudiando.
-          Hay una chica nueva en el salón –dijo Guelto cambiando de tema mientras que comenzaba a observar a Jearel –y es muy bonita.
-          Sí –afirmó Zeq –pero no está a tu alcance Guelto así que ni lo pienses.
-          Ya veremos –retó su amigo –a que le hago el habla antes que empiece la siguiente clase.
-          No te arriesgues –le advirtió Zeq.
-          ¿Arriesgar? –contestó Guelto sonriendo y comenzando a avanzar hacia la joven –ese es mi segundo nombre.
Muchos alumnos voltearon a observar como Guelto sería avergonzado por la chica nueva pero lo que estaba a punto de suceder dejaría boquiabierto a más de uno.
-          Hola señorita –Dijo, poniendo la carnada.
-          Hola –contestó ella, sabiendo lo que el joven trataba de lograr.
-          Al parecer llegó tarde a clases –agregó Guelto torpemente –así que me preguntaba si usted deseaba mis apuntes para que se ponga al día de lo que acabamos de hacer.
-          No seas idiota –pensó Jearel. –Gracias, estaría muy agradecida.
-          De nada –soltó Guelto sin  anestesia –para están los amigos.
-          ¿Amigos? –repitió Jearel –pero si apenas nos conocemos.
-          Quizá tú no me creas –dijo Guelto inspirado –pero siento que ya nos conocíamos desde antes, es extraño pero es lo que siento.
-          Eso fue algo cursi –advirtió Jearel para sus adentros pero en realidad también lo sentía, era extraño y ella lo sabía muy bien pero no había forma en que pudiese describirlo. – Yo también me siento igual.
Alumnos ingresando al salón, Guelto se alejó de ella y ambos se sonrieron. La sensación de conocerse desde antes les había hecho sentirse en confianza y por esa razón él se sintió con esa libertad para hablar con ella.
En un instante la situación del salón se vio cambiada, el receso que habían tenido había traído consigo a nuevas personas al salón. Tres jóvenes entraron juntos y se sentaron en los tres últimos asientos por detrás de Jearel mientras que Guelto se acomodaba por delante de Zeq. Unos minutos antes de que el profesor ingresara al salón los jóvenes comenzaron a conversar de un tema extraño.
-          ¿Habéis visto a esos tipos? –verbalizo uno.
-          ¿Te refieres a los que tenían las armas? –añadió otro.
-          Sí –contestó el primero.
-          Al parecer están buscando a alguien –dijo el tercero mirando a las personas del salón.
-          Algo no anda bien –temió el segundo.
-          Quizá entren a los salones.
El profesor entró al salón y pidió silencio. Cerró la puerta sin importarle si alguien se quedaba afuera de su clase. Jearel había comenzado a contarle a Zeq lo que acababa de oír, la misma sensación que había sentido con Guelto la podía sentir de igual manera al conversar con Zeq, era algo tan familiar tan cercano, entonces él se puso nervioso. “¿Qué esta sucediendo?”
Por un instante el salón guardo silencio al escuchar el “toc, toc” en la puerta de madera. El profesor se apresuró a abrirla y  unos soldados entraron al salón parándose en frente de todos. Uno de ellos sacó una pequeña vara de acero que no media más de veinte centímetros, entonces una luz blanca se estiró de manera que daba la impresión de que fuese una hoja; nadie se sorprendió ya que era una tecnología que usaban los policías desde hace ya algún tiempo.
-          Jóvenes –dijo uno de ellos con el rostro molesto –estamos aquí porque buscamos a un traidor con la siguiente descripción: cabello ondulado, un metro cincuenta y cuatro de altura, delgado y de tés clara.
-          Otro de los traidores tiene el cabello corto –continuó otro soldado –viste pantalón jean negro y responde al nombre de Victor.
Los compañeros se miraron entre ellos, observando a algunas de las personas del salón pero todas las miradas se dirigieron de golpe a Victor, un chico que estaba sentado por detrás de Jearel.
-          Para hacer las cosas más sencillas –dijo el soldado asustando a todos –están son las personas que estamos buscando.
Volteó aquel objeto que tenía como hoja e hizo que todos vieran las fotografías que estaban proyectadas en ella.
-          Son Victor y… -agregó un compañero de salón.
-          Seguro seré yo –pensó Zeq lleno de nerviosismo.
-          Jymt –continuó la joven.
Los soldados no dijeron nada más, se acercaron a los dos jóvenes, los tomaron de los brazos y los sacaron entonces algunos alumnos se levantaron para comenzar a salir del salón para ver hacia donde los llevaban; algunas puertas de otros salones estaban abiertas por lo tanto cuando vieron cruzar a los soldados los alumnos también comenzaron a salir así poco a poco para que así los balcones de la universidad estuviesen repleto de personas. Los llevaron vendados hacia una pared y les dejaron allí.
-          ¿Qué creen que van a hacer? –manifestó Jearel con miedo.
-          Zeq llévate a Jearel de aquí –ordenó Guelto.
Lamentablemente ya era tarde los soldados habían levantado sus ametralladoras y estaban dispuestos a disparar.
-          Todos sus derechos les han sido arrebatados por el crimen de traición.
¿Algunas últimas palabras?
-          Sí –contestó uno de ellos con ira –aunque nos hayan descubierto, esta revolución no se detendrá. ¡No sabemos cómo nos invadieron tan rápido tampoco conocemos la razón por la que lo hicieron, hace un año atrás nuestras vidas eran normales llenas de paz y ustedes llegaron con su dictadura a desequilibrar nuestro indefenso mundo, suponemos que fue solo por poder, pero ahora se hará justicia, Inglaterra pagará toda dignidad que ha sido pisoteada por los burgueses que viven ahora aquí y no nos detendremos hasta que el último británico sea destruido! ¡Declaramos la guerra!
Instantes después el sonido de las balas se escuchó en todos los rincones de aquel lugar e inclusive en alguna universidad cercana. La sangre comenzó  escurrirse por el suelo y un gran estrepito se escuchó en todos los rincones. La vida había dejado los cuerpos de esas personas. Zeq quiso mirar hacia otro lado entonces pudo leer los labios de cierta persona que él consideraba sospechosa: “Lo logré”.

viernes, 19 de abril de 2013

Cap. I "La guerra se desata" (parte 1)

La mañana se veía igual a como hace un año, era fría pero eso no impedía que unos rayos de sol lleguen al rostro de Zeq (diminutivo de Ezequiel), para levantarlo y hacerle saber que otro día había empezado, otro día en el cual tendría que sobrevivir en la universidad en la cual estudiaba.
La ironía de la vida es tan grande que cuando el cielo confabula para que conozcas a una persona se hará hasta lo imposible para que eso suceda; eso sería lo que le ocurriría hoy, su futuro dependería de eso. Al ir bajando por las escaleras de madera de su casa vio las mismas fotografías de cuando era niño eso le recordó que ya tenía 18 años, que estaba estudiando una carrera que a él no le agradaba, que lo ocurrido hace un año había cambiado el destino de muchos inclusive el suyo. Extendió su muñeca para ver la hora y se percató con algo de sorpresa de que ya solo faltaban cuarenta minutos para que empiecen sus clases, era el primer día así que no le importaba llegar tarde.
-          ¿Por qué he de llegar temprano? Volveré a ver a las personas del ciclo pasado y después de todo no me interesan sus vidas, aunque no negaré que extrañé a Guelto.
Entró a la cocina y se preparó algo de comer, un desayuno muy rápido que estaba compuesto de un pan sin nada, acompañado de un vaso de leche con tres cucharadas de azúcar. Su vida se había vuelto algo monótona desde hace ya algún tiempo. Salió de su casa siendo las 7:40 am. Tenía que caminar hasta la Panamericana Norte o avenida principal para tomar un carro que lo llevase a su centro de estudios. Un bus recolector de estudiantes universitarios se detuvo delante de él. Pasó su carnet por una maquina identificadora la cual hizo un sonido diferente al que escuchaba todos los días.
-          ¿Me quedé sin saldo? –Dijo en voz baja para que ninguna de las personas lo escuchara pero era tarde el “bip, bip” producido de manera constante durante varios segundos había llamado la atención de todos en el bus haciendo que volteen a verlo.
-          Lo siento pero no puedes subir –Sentenció el chofer sin emoción alguna en su rostro.
Zeq volteó avergonzado por lo que acababa de ocurrir y bajo del bus, tenía que hacerse una recarga y el lugar más cercano para hacerlo estaba a unos treinta metros de allí. Avanzó lentamente mientras que el bus se alejaba de él. Unos segundos después había empezado a correr hacia la tienda donde hacían las recargas y para suerte de él no había nadie haciendo cola.
-          Señora –balbuceó –necesito que recargue esta tarjeta con cinco libras esterlinas.
Estiró la mano dándole las monedas de cobre las cuales eran obligatorias desde hacía ya un año. La señora tomó la tarjeta con el dinero sin siquiera mirar a Zeq, tecleó algunos datos en la computadora que tenía al lado y pasó la tarjeta por una ranura.
-          Listo –puntualizó la señora – ¿desea alguna otra cosa?
Zeq no contestó, salió de la tienda muy de prisa, a lo lejos vio que venía otro de los buses que lo llevaba a su universidad y corrió hasta el paradero, unos jóvenes subieron antes que él, pasó su carnet por la ranura y se escuchó un solo “bip”, caminó hasta el fondo del bus y se sentó en uno de los asientos que estaban disponibles a su lado derecho. Miró su reloj, le indicó que eran 7:55 am. Ya era tarde no llegaría a estar en la primera clase, aunque sabía que llegaría tarde no pensó que sería para tanto. Veinte minutos más tarde bajaba del bus y subía muy aprisa un puente para cruzar al otro lado. Constato nuevamente en su reloj, eran 8:24 m. Él no era el único que corría por la calle sino otros chicos que se dirigían al mismo lugar que él.
-          Detesto llegar tarde a clases –pensó Zeq – siempre me quejo de ese tipo de personas y ahora me he vuelto una de ellas, sí que la vida es irónica.
Unas horas antes en un lugar alejado de allí, para ser más exactos en la capital del país:
-          Señor, tiene una llamada de su padre –dijo un sirviente dándole el teléfono a un muchacho de unos 18 años de edad –dice que es urgente.
Cogió el teléfono con desgano:
-          ¿Por qué me llamas a esta hora, padre? –bostezó el joven -¿Qué quieres decir con ir a la universidad? –Hubo unos instantes de silencio –Pero… (el joven se arrepintió de haber pronunciado esa palabra) Esta bien, lo haré, aunque no llego a entender cual es tu objetivo.

Zeq iba corriendo sin prestarle mucha atención a las personas que lo rodeaban hasta que de repente chocó contra alguien e hizo que la mochila del afectado cayera al suelo. Por un instante pensó en seguir corriendo, en no quedarse ha ayudar a esa persona, quizá hubiese sido lo mejor pero la hipócrita amabilidad que le habían enseñado sus padres a tener con los demás se lo impedía. Se agachó a recoger la mochila junto con algunos objetos que habían salido de ella.
-            Lamento haberte tirado la mochila –pronunció Zeq sin mirar a los ojos al damnificado –no fue mi intención.
-          No te preocupes –le contestó el joven fingiendo la voz de amabilidad –fue casualidad.
No, nada es casualidad, todo ocurre con un propósito pero Zeq no lo sabía y el joven al que acababa de conocer lo sabía muy bien, su padre le había enseñado que todo ocurría con un propósito.
-          Ya no es posible encontrar a gente amable en estos días –agregó el joven tomando su mochila de las manos de Zeq –después de lo ocurrido hace un año.
-          Es cierto –admitió Zeq con algo de confusión con lo que escuchaba, el tema estaba prohibido, no debería de hablarse de ello ya que era “peligroso” pero eso a él lo tenía sin cuidado –la lealtad, amabilidad y amor de las personas se ha visto probado e incluso derrotado.
-          ¿A dónde te diriges? –cambió de tema el extraño.
-          Voy a estudiar –contestó secamente Zeq. –Acaso trama algo, ¿por qué me habla así de repente? –pensó.
-          Vas a la universidad –adivinó el joven que cada vez le resultaba más extraño –yo también me dirijo allí, es solo que se me hizo tarde.
-          Entonces continuemos –cortó Zeq.
Ya no faltaba mucho, ambos pasaron sus identificaciones por una ranura de computadora y esta reconoció a los estudiantes. Subían las escaleras y de repente ambos se detuvieron en el mismo piso e iban hacia el mismo salón.
-          A propósito no me dijiste tu nombre –dijo el joven tocando la puerta.
-          Yo… yo, soy Zeq –balbuceó torpemente mientras que la puerta del salón se abría para dar a conocer a las personas que se encontraban en su interior.
El profesor los observó de los pies a la cabeza, entonces el joven al cual aún no le preguntaban su nombre se aventuró hacia el interior del salón sin importarle lo que el profesor le fuera a decir.
-          Ya hemos empezado la clase hace más de cuarenta minutos –declaró el profesor
-          Sí, lo sé –se defendió Zeq –pero el venir hasta aquí se me complicó, lo siento mucho profesor.
-          Pasa –le disculpó –pero ya no llegues tarde.
Caras conocidas comenzaron a sonreírle pero el pasó de largo hasta un lugar por el centro del salón. La clase que le tocaba en ese momento era historia. Un papel llegó al lugar de Zeq, una pequeña nota que al abrirla contenía la siguiente oración: “Soy Edred”
-          Siento que he escuchado este nombre en otro lado será que es de… -pensaba Zeq hasta que algo lo interrumpió.
-          Ezequiel, Ezequiel, joven Ezequiel, reaccione –decía el profesor para que su alumno regrese a la realidad.
-          Lo siento profesor –contestó Zeq después de haber saltado levemente sobre su sitio.
-          Le preguntaba cuál fue el primer rey de Inglaterra en la casa de Wessex –sentenció el profesor. Zeq estaba en blanco, no sabía que contestar.
-          Yo puedo responder eso –dijo un joven a 2 asientos a la derecha de Zeq –fue Alfredo, el grande cuyo reino duró del 871 D.C. hasta el 899 D.C.
-          Correcto –confirmó el profesor –tiene 5 puntos más en su examen joven… Su nombre…
-          Soy Edred, profesor.
-          Algo esta mal, esto no es normal, primero el incidente de la mochila luego me habló de lo ocurrido hace un año, además él no tiene la apariencia de pertenecer a este país y por último estamos en el mismo salón –pensó Zeq con algo de sudor en el rostro -. Su nombre, ya he escuchado antes ese nombre, pero quién es este sujeto y por qué ser tan amable conmigo.
Algunas personas piensan que la amabilidad debe de ser algo marcado e inclusive resaltable en las personas pero para Edred eso no era así, desde pequeño lo formaron para que fuese capaz de engañar a la persona más lista. La capacidad que poseía para mentir era inmensa, solo comparable con la de su padre. En ese instante de confusión vivido por Zeq la puerta sonó levemente, alguien había llegado.